XILOGRAFÍAS
Nadie que permanezca cierto tiempo en contacto con un paisaje como el de los lagos del Sur argentino puede sustraerse a la magia de de las imágenes que ofrece. Mariana Erlijman nació en Buenos Aires en 1970 pero en un determinado momento de su vida se instaló en Bariloche, una ciudad recostada a orillas del lago Nahuel Huapi, así que fue inevitable para una artista como ella abrevar en las maravillas de uno de los paisajes más bellos del mundo.
Se podría suponer que el silencio de sus bosques, las siluetas imponentes de sus montañas y las aves que las sobrevuelan a alturas abismales solo podrían recogerse mediante el uso del color. Sin embargo, el color sería tal vez una salida fácil, un desafío de riesgo reducido, todo lo contrario del camino elegido por Mariana para plasmar su obra, de volcar en ella su percepción del entorno y de las múltiples especies de aves que lo habitan, entre las cuales se cuenta el cóndor, el ave más grande entre las que habitan la tierra. El medio que Mariana eligió para expresarse, uno de los más difíciles de las artes plásticas, fue el grabado en madera, más específicamente, la xilografía.
No puedo menos que detenerme en las particularidades de ese medio. Tal vez porque demanda recursos limitados como un taco de madera y algunas gubias y formones sea la razón de su exigencia. La obra terminada se exterioriza mediante la impresión. El primer grabado en madera cuya autenticidad es aceptada data de de 1423. Se trata de una imagen de San Cristóbal y fue descubierto en 1769 por Heinecken en la biblioteca del Convento Cartujo de Buxheim. Los primeros grabados en madera fueron ejecutados por trabajadores sin formación artística y recién a mediados del siglo XV, en tiempos de Durero, comenzó a reconocerse como un método artesanal singular hasta alcanzar la dignidad e importancia de un verdadero arte.
¿Devastar la madera con gubias y formones para optener una imagen que solo podremos apreciar cuando el taco se entinte y se imprima el resultado en un papel? Y bien, de eso se trata y cuando uno enfrenta grabados como los de Mariana se inclina a pensar en una suerte de milagro. Inmediatamente surge el asombro ante el manejo de los diferentes planos; de cómo avanzan y retroceden; de como el ave, motivo exclusivo de esta serie, toma relieve con respecto al cielo y al horizonte. Asombra la percepción reiterada del plumaje y el modo como las imágenes revelan una relación profunda entre la artista y su objeto que nos dice de su sensibilidad.
El grabado en madera no admite el error. No puede haber un deslizamiento de la gubia que invada con su trazo un área de la obra donde no debería estar. En eso el grabado en madera es inexorable. Es posible que el artista pueda volver sobre sus pasos en un oleo o un dibujo, menos en una acuarela, nunca en un grabado. El dominio del medio en Mariana no deja lugar a dudas. En “Cauquenes” es notable la manera sutil de trabajar cada plano: las aves en el primero seguidas por el horizonte bajo y un cielo ondulante, (tal vez barrido por el viento). En "Búho" sobrecoge la mirada fija que transfiere inmovilidad a todo su cuerpo. En “Cóndor III “ se impone la magnificencia del ave más grande de nuestro mundo. No sabemos si acaba de posarse o se apresta a volar, abiertas las alas, desafiando al viento.
Texto a la serie Pájaros de Carlos Alberto Salatino,